La bolsa y la flecha

16.03.2024

Hace poco leí La teoría de la bolsa de la ficción, un ensayo hermoso de Úrsula K. Le Guin publicado por Rara Avis. Es bello, divertido y esclarecedor de principio a fin. Habla de las primeras sociedades y los primeros relatos, retoma teorías que cuestionan el lugar de la caza como fuente primaria de alimentación y proponen a la bolsa (o cualquier recipiente) como primer dispositivo cultural. No son cambios menores: es una manera distinta de entender nuestra humanidad. Y en ese festín de imágenes e ideas, Le Guin le patea el banquito al Héroe, al gran protagonista de las narraciones.

El camino del héroe es un modelo de relato que colonizó la narrativa audiovisual y textual. Le Guin propone desterrarlo de la novela, espacio que, según la autora, no le pertenece:

La novela es un tipo de relato fundamentalmente no heroico. Por supuesto que el Héroe se ha apoderado de ella con frecuencia, siendo esa su naturaleza imperial y su impulso incontrolable, el de apoderarse de todo y dirigirlo mientras promulga decretos y leyes severas para controlar ese su impulso incontrolable de matar. Así, el Héroe decretó a través de sus portavoces, los legisladores, primero, que la forma apropiada de la narración es la de la flecha o lanza, empieza aquí, va directamente allá y ¡TAC! da en el blanco (que cae muerto); segundo, que la preocupación central de la narración, incluida la novela, es el conflicto; y tercero, que la historia no es buena si él, el héroe, no está en ella.

Estoy en desacuerdo con todo esto. Personalmente iría aún más lejos y diría que la forma natural, adecuada y apropiada de la novela puede ser la de un saco, una bolsa. Un libro guarda palabras. Las palabras guardan cosas. Portan significados. Una novela es un atado que mantiene las cosas en una relación particular y poderosa las unas con las otras y con nosotras.

Una relación entre los elementos de la novela puede ser la del conflicto, pero la reducción de la narrativa al conflicto es absurda. (Leí un manual de escritura que decía: "Una historia debe ser vista como una batalla" y hablaba de estrategias, ataques, victorias, etc.). Conflicto, competencia, estrés, lucha, etc., dentro de la narrativa concebida como bolsa/barriga/caja/casa/atado pueden considerarse elementos necesarios de un todo que, en sí mismo, no se puede caracterizar ni como conflicto ni como armonía, ya que su propósito no es ni el de la resolución y el del éxtasis, sino el del proceso continuo.

Por último, está claro que el Héroe no encaja bien en esta bolsa. Necesita un escenario un pedestal o un pináculo. Lo ponés una bolsa y se lo ve como un conejo o como una papa.

Por eso me gustan las novelas: en lugar de héroes tienen personas en ellas.

Lo comparto porque me parece revelador. Cuando uno se pone mirar el mundo desde un ángulo, un modelo o una teoría, interpreta todo desde ahí, y eso es lo que me pasó a mí con el camino del héroe. Un montón de historias (y sobre todo, un montón de historias que me encantan) entran de forma muy forzada en ese modelo, con más excepciones que puntos en común. Este ensayo me mostró lo evidente: no entran bien porque no responden a ese modelo. Son otra cosa. Son una bolsa.

El relato y la vida como recolección y guardado, como protección de cosas bellas y útiles. Incluso las flechas, tan certeras e hirientes, esperan su gran momento en una bolsa que las mantiene a salvo de la pérdida o el olvido. Resuenan ideas de lo más actuales: la reivindicación de las tareas reproductivas; el cuidado del medio ambiente; la mirada por fuera de la lógica patriarcal. Le Guin no envejece y sus ensayos son una fiesta. No se pierdan este librito.